11.09.2012

Hay que salir a alta mar


"Este capítulo brevísimo constituye la tumba sin lápida de Bulkington. Permitidme decir tan sólo que corrió la suerte del barco en la galerna, mortalmente impulsado sobre la costa de sotavento. Piadoso, quisiera el puerto acogerle. En él se encuentra la salvación, comodidades, chimenea, cena, mantas abrigadas, amigos, todo aquello en que se complace nuestra naturaleza mortal. Pero en aquella galerna, el puerto, la costa, constituyen el principal riesgo para el buque. Ha de huir de toda hospitalidad, un ligero contacto con tierra, con sólo rozar la quilla, la haría estremecerse enteramente. Tiene que desplegar todas sus velas, esforzándose al máximo por alejarse de la costa. Luchando de esta suerte contra los propio vientos que quisieran impulsarla a tierra, buscando el mar ilimitado, abierto, pues su salvación estriba únicamente en lanzarse de modo desesperado al peligro, que es su único amigo y su más acerbo enemigo. ¿Conocéis ahora a Bulkington? Parecéis observar atisbos de esta verdad mortalmente insoportable: todo pensamiento angustiado y profundo no refleja sino el intrépido esfuerzo del alma para mantener la libre independencia de sus mares, mientras los vientos coaligados del cielo y de la tierra conspiran para arrojarla a la playa falaz y esclavizadora. ¿Será vana toda esta agonía? ¡Arriba el corazón, Bulkington!

Capítulo 23 de Moby Dick. 1851
Herman Melvill