9.02.2012

Nuestros principios

Urge: hay que hacer lo imposible por devolver a La Política la solidez que le corresponde en tanto La Política es la más honorable de las dedicaciones. El la aspiración y el compromiso individual y colectivo por el logro del Bien Común.
Urge limpieza general.


Un twitt me llamó la atención:

 Creo que @Be_Agua confunde, comprensible pero erróneamente, estrategia con manipulación.
No quise dejar pasar la ocasión:




Pues sí, igual nosotros también hemos tenido un poco la culpa.
Yo voy a dar un paso al frente. Mi profesión me ocupa, y como el entorno, me preocupa.

Los y las profesionales de la comunicación estratégica política tenemos acciones compradas en la profunda brecha que existe, la queramos mirar o no, entre la "clase política", mis queridas señorías, y la ciudadanía (1).

En ocasiones hemos tenido en nuestras manos, puesto que entre otras cosas, en eso consiste nuestro trabajo, la decisión, y por tanto responsabilidad, sobre qué estrategia emprender, y cómo comunicarla, al servicio de los objetivos de nuestros asesorados.

Vender comunicación y estrategia política no es vender detergente.
Estamos ofreciendo un servicio que requiere de la permanente combinación de variables sociales y humanas tan sensibles y valiosas como credibilidad, ilusión, desilusión, expectativas, pasión, miedo, esperanzas...y un etcétera tan infinito como las caras del poliédrico organismo sociopolítico.
La política es mucho más emoción que razón. Primero se siente, luego se racionaliza.

Empecemos a hablar de profesionalidad: la observación, el conocimiento y la síntesis, rigurosa, sólido y certera, respectivamente:

  1. La observación solo fiable si somos rigurosos en la utilización e interpretación de las técnicas de investigación social. Se llama Sociología política porque es una ciencia y dispone de objeto y métodos científicos para la medición de las realidad.
  2. El conocimiento de las teorías politológicas y sociológicas necesarias en todas sus disciplinas (Teoría del Estado, del comportamiento político, de la organización, del cambio social, la Historia de las Ideas, las Teorías de Redes, La estructura social, etc.).
  3. Y la tan virtuosa capacidad de síntesis que se obtiene en el ejercicio de la profesión desde sus procesos operativos más básicos; todo lo que se aprende solo habiendo hecho muchas fotocopias para otros y habiendo desplegado toda la curiosidad para, sin que nadie te lo dijera, averiguar para qué eran esas fotocopias, para cuándo, por qué esas y no otras, etc.
Propongo revisar en qué parte del inmenso y peligrosísimo problema de desafección política existente podemos localizar nuestra coresponsabilidad como profesionales. Desafección que, como sabemos o deberíamos saber, nos acompaña desde hace años, y se manifiesta ahora con virulencia, aunque aún no con toda su virulencia. 
  • Igual no hemos sido tan profesionales como debíamos. A lo mejor hemos ignorado a la academia, cometido intrusismo o mirado a otro lado cuando lo conocíamos. Cualquiera vendía una frase ocurrente y la llamaba "idea" o, petulantemente "slogan". Cualquiera apelotonaba conceptos grandilocuentes y los colocaba como si fuera discurso político. Y eso duele, porque el discurso político, es además del estudio de una gran disciplina, una herramienta de transformación social con la que no se juega.
  • A lo mejor hemos sido soberbios y arrogantes, creyéndonos una superior profesión de demiurgos llamados a la gloria. La humildad y la cercanía no solían ir con nosotros y tampoco se la permitíamos a nuestras queridas señorías, haciéndoles mucho mal a ellos, y mucho más a los ciudadanos.
  • Puede que hayamos sido mercenarios y no profesionales. Quizás, y sí voy a entrar en los motivos, no le hemos dicho siempre ni toda la verdad a nuestro asesorado. Y no por que esta verdad fuera peor que ocultarla, sino por miedo a ser cesados. Le hemos tenido más miedo al cese que a las terribles consecuencias que esa mentira supondría para todo lo demás.
  • Igual hemos sido endogámincos y excluyentes. Hemos renunciado así a la cooperación con otros que nos hubieran posibilitado crecer y entender nuevas formulas que engrandecieran la profesión y el buen hacer de nuestros clientes. ¿Ahora reclamamos la inteligencia colectiva? Ahora la vendemos, veremos a ver si la ponemos en marcha.
  • Si hubiésemos sido más y mejores (2) exigentes con nosotros mismos quizás hubiéramos podido exigir con contundencia y legitimidad (deberíamos saber qué es eso) a nuestros asesorados, haciéndoles mejores en estrategia y en comunicación, mejorando su credibilidad y solvencia. Porque nadie puede despojar de credibilidad a la verdad, con la que solo se puede ganar. 
Si nada de esto es más que fruto de mi imaginación yo me alegro y me callo, y sigo aprendiendo de todos vosotros y vosotras, que por cierto no sois muchas...pero este es otro tema. Ya lo hablaremos.

Estamos trabajando con expectativas e ilusiones colectivas, no con ladrillos. No especulemos con el terreno, por favor.

Mis queridas señorías y colegas de profesión, hemos llegado para gestionar la verdad, para gestionarla bien, estratégica y efectivamente. No solo la verdad pero toda la verdad.
Asumo mi responsabilidad y me pongo al servicio de la nueva forma de hacer la nueva política; la nueva estrategia y comunicación. Apasionante e irrenunciable reto: compatibilizar honradez, profesionalidad y eficacia.
Mis asesorados lo merecen y los ciudadanos lo necesitan.

Yo declaro:
Me propongo decididamente que las personas y entidades involucradas en la acción política y pública dispongan los mejores servicios profesionales en asesoría y comunicación estratégica, para que puedan actuar desde una integridad y honestidad perfectamente compatibles con el logro de sus objetivos, tanto colectivos como personales. Y que las organizaciones públicas y políticas sean los espacios para lo que fueron creados: para el ejercicio del Buen Gobierno y la consecución del Bien Común.

Amiga @Be_Agua, ¿Qué te parece este primer punto en mi forma de entender la estrategia política? Es solo el primero. Habrá más. Lo estamos construyendo. 




Agradezco a todos los profesionales de los que he aprendido no solo profesión sino buen hacer: Joaquín Llorente, Juan Carlos Monedero, Luis Arroyo, Luis Pérez, y muchos otros.
Y a todos aquellos de los que aprendí lo que NO hay que hacer.

(1)Nunca pierdan de vista las comillas colocadas en la expresión "clase política". Contienen mucha información sobre la intención del emisor de dicha expresión. Al referirnos a ella como un todo nos referimos por desgracia también en muchos casos una insultante ausencia de clase y en otros tantos, al del todo inmerecido el honorable rango de políticos que les otorgamos.
Y a la pobre ciudadanía se ha quedado sin clase y sin comillas.  Y lo más grave, sin la consciencia de que ella Sí es una clase. Desconocimiento tal que le ha costado estar limitada para defender sus derechos, como propiamente hace una clase. Sin duda, pero sin duda, esto es fruto de una ocultación estratégicamente conveniente.
(2) Hemos exigido tarifas en ocasiones abusivas, en ocasiones alejadas de la realidad y del todo innecesarias. La consecuencia es que se ha imposibilitado el acceso a la asesoría política y pública de calidad y profesional a una parte de la esfera pública y política que no disponía de esa cantidad de recursos. Hemos, indirectamente, privado a la sociedad de conocer, canalizarse, votar, participar, en otros espacios políticos y sociales, perfectamente soberanos y viables.