8.26.2012

Una causa sin rebeldes

Los que vivimos, o como se llame la acción referida a habitar España, no es que tengamos un problema; es que no encontramos la solución.
Tener problemas es lo normal. No tener soluciones, no tanto. Quizás es que no la vemos donde la buscamos, que es donde debiera estar, en la izquierda. O mucho mejor dicho, en los partidos de izquierda, que debieran canalizar, sintetizar, y sistematizar esa solución, que sí está en la izquierda.

Es algo siniestro, pero es sin duda el resultado de la canalla utilización de eufemismos para la confusión, y la mala utilización del lenguaje, para la desviación y manipulación de eso pongo en duda exista: "la masa". A lo mejor, lo que también nos pasa es que encontramos respuestas a preguntas que no nos hemos planteado porque, sencillamente no nos interesan. Asimismo, las preguntas que sí nos hacemos, quedan sin respuesta porque otras han suplantando su lugar. Igual esa es la clave de la felicidad colectiva, hacerse las preguntas para las qué si están programadas las respuestas. Lo que está claro es que es la fórmula infalible para el aplauso eufórico que tratan de hacernos pasar como alegría real; la de tener las respuestas para afrontar el futuro tan opaco. Me inunda una carga de responsabilidad y exigencia que no se corresponde ni con mi lugar en el mundo, ni con mi sitio en la sociedad, ni con mi postura política. Para la izquierda las preguntas deben conducir al inicio de la acción, y las respuestas a la obtención de resultados acordes con los objetivos marcados.



La única fuerza política (que no social, ya no social) a fecha de ahora mismo (ni idea de lo que pasará mañana, pero literalmente mañana) que tiene posibilidad real de obtener resultados a partir de su acción es el PSOE. Y esto, únicamente porque es el partido que mayor acceso tiene a las herramientas que sí pueden (insisto, a fecha de hoy) tener incidencia: las instituciones aún en pie de la actual arquitectura política en torno a la cual nos relacionamos. Pero en el PSOE las respuestas no fluyen porque las preguntas no se plantean. No se plantean, entre otras muchas cosas, porque algunas de las respuestas serían que el propio instrumento del que provienen ya no sirve. Ya no. Sirvió, y mucho, pero eso no garantiza ni justifica que tenga que seguir sirviendo, porque los hechos objetivos y contrastables es que no es así, no está dando respuestas a las preguntas que ahora sí, sin demora, hay que responder.

El PSOE como maquinaria está estrangulando a sus integrantes (militantes, cargos, no tan cargos, colindantes sociales, etc.) Muchos, o pocos, no lo sé, de sus dirigentes no encuentran forma posible y que no parezca neurótica, de sobrevivir donde se puede hacer algo, en el poder, sin abdicar de eso mismo que se tiene que hacer. Una maquinaria infernal, pues. Un choque frontal entre las piezas de un mecano que fue creado para llegar a un lugar que ya no existe, y que no está preparado para diseñar y dirigirse hacia un lugar que no se atreve a prever. Mecano que se niega a buscar su propio suplente y está arrastrando con una potencia indomable a quienes lo ocupan, impidiéndoles todo margen de maniobra. El mago de Oz sin control, controlando. Ni de lejos soy la única socialista ni de dentro ni de fuera que se está devanando los sentidos buscando solución a una sucesión encadenada de fallos en la maquinaria, en esta inverosímil situación en la que los medios se han hecho con los fines.

Perdón por la simpleza de este final. Las soluciones que veo no están en mis manos, ni en las manos de nadie dentro. Así pues, lo único que me atrevo a declarar es que los socialistas necesitamos ayuda.
Solos no podemos, ni los que tienen que seguir fingiendo que pueden porque tienen poder. No se trata de la eterna y agotada disputa por las siglas. Nadie en su sano juício quiere unas siglas que no sean el nombre real del instrumento que debe asumir la responsabilidad de pilotarnos hacia la justicia y la libertad reales y sostenibles.
Es un hecho, necesitamos ayuda. Sin ayuda, las siglas están de saldo.