4.11.2012

Vote

Al principio tienes un bote de bolis esperanzadoramente luminoso. Nuevo, limpito y super funcional.
Lo primero que pones es tu mejor boli de escritura rápida y esa pluma carísima que te regalaron.
Está el bote ahí, ufano, con el boli y la pluma prometiendo una eficacia y resultados maravillosos. Sí. Te sientas a escribir con una sensación despejada y emprendes los primeros trabajos.
Vas a por un lápiz, porque es imposible escribir sin algo que permita desdecirse de lo escrito en algún momento. Al lápiz se le acaba la mina al poquito de escribir. Desde luego no encuentras sacapuntas y coges otro lápiz que metes en el bote.
Ya tienes el boli, la pluma, un lápiz sin punta y otro lápiz al que se le acaba de partir la mina. Vaya.
Por salir con prisas metes esa goma de borrar que tienes hace mil años; esa que emborrona lo escrito.
Regresar cansado significa soltar en el bote los bolis de propaganda electoral que has atesorado triunfalmente en algún mítin. A los mítines se va a por bolis.
Has escrito lo que has podido y sobre todo lo que te han pedido a la velocidad de la luz. Y ya, por no pensar demasiado, metes en el bote un clip que andaba rodando por la mesa. Ah! y esa moneda de céntimos. Y una cajita de grapas.
Hoy en otro mítin han dado unos cuters de propaganda que vienen de perlas para bricolages domésticos pero que acaban incoherentemente en el bote de bolis.
Otro boli de propaganda acaba apretujando al resto en el escaso espacio. Lo metes como puedes, si hay que forzar a los otros, se fuerza.
El bote prometedor se ha convertido en un hacinado habitáculo  de bolis que no pintan, con las tapas de distinto color, lápices mordisqueados, y clips oxidados.
La pluma se ha despuntado; el boli destintado.
Los partidos políticos son como un bote de bolis. Al final los que mejor pintan son los que menos pintan.

Este bote de bolis me lo regalo mi Grande, mi @Adrián_grande