4.04.2012

La fuerza que no se ve

Una compañera me ha regalado esperanzas.
Gracias Isabel.
Y gracias a su autor, Fernando Moreno
Contad conmigo, por favor.

Luna y el Poder que no se ve
La montaña mágica, el caminito secreto, Luna y su abuelo


            Esta historia es real. No es un cuento. Ha ocurrido de verdad. Fue en el verano de 2010. Luna, que entonces no había cumplido aún los cuatro añitos, estaba pasando el verano con su hermanito Javier, que aún no había cumplido un año, su abuelo Fernando y su abuela Cachi en la playa de La ballena; que es un lugar donde aún se escucha cantar a los pájaros, los patos y peces nadan libres en sus estanques y ríos, hay muchos árboles y flores de todos los colores y muchas fuentes con chorros que hacen cantar al agua. Algunos lugareños le llaman la ciudad de las bicicletas. Las hay de todos los tamaños y formas. Normales, para dos, con carrito para los bebes o las compras, y hasta para cuatro o seis personas. Hay muchas bicicletas que van por caminos sólo para ellas.



            En esta playa es donde viven los camaleones que aún quedan. Los camaleones son como dragones pequeñitos cuyos abuelos eran los grandes dinosaurios que vivieron hace millones de años. Existe mucha magia en ellos. Tienen unos ojos que se mueven para todos los lados y lo ven todo, y una piel que cambia de colores para tener siempre el del lugar donde están, y así nadie los ve. Ellos todo lo ven y a ellos nadie puede verlos.

            Todos los días la abuela Cachi y el abuelo Fernando los llevan a la playa después de desayunar. Luna quiere quedarse en la piscina, porque los padres de su amiguita Adriana con la que juega mucho van pocos días a la playa. Pero su abuela siempre le dice que el agua del mar es más sana. Allí nació la Vida en nuestra Madre Tierra, y allí todo se regenera.

            Los abuelos y abuelas del lugar cuentan que la playa se llama así porque la ballena más vieja que jamás haya existido en la Tierra, tenía cientos de años y se conocía todos los mares y playas del mundo, cuando se sentía que iba a morir, que tenía que volver al seno e integrarse volviendo a ser una con el Todo, eligió esta playa, la que más magia tiene del mundo.

            Un día, al volver de la playa, Luna iba con su abuelo y se dio cuenta del caminito tan bonito por donde iban. Era de lositas pequeñas con seis lados cada una que se unían perfectamente con las que estaban al lado. Tenían un color rojo Burdeos. Era como el que salía en una película, el Mago de Oz, que había visto en la tele, sólo que las losas no eran amarillas como en la película sino rojas, como la sangre que nos da la energía necesaria para vivir. Luna le preguntó a su abuelo ¿Quién ha hecho este camino? ¿A dónde va?

            Este caminito es muy especial, le respondió, es el camino de la Vida. Cada losa tiene seis lados como las celdas que hacen las abejas en sus colmenas, que es una de las formas fundamentales de la Vida. Une el mar con la Montaña mágica. Viene del mar, que acumula todos los sentimientos y emociones, buenas y malas, de todas las especies vivas del mundo, sean animales o vegetales, arrastrados por los ríos, que están formados por las lluvias de las nubes que vienen del mar. Y termina en la Montaña mágica, en el cielo, donde esos sentimientos y emociones se transforman en ideas que pueden cambiar el mundo. La Montaña mágica está al final del caminito secreto. Porque tan sólo las buenas personas deben saber como llegar a la cima. Quién llegue recibirá ese gran Poder. He estado allí y se como se llega. Cansa mucho porque hay que subir cuestas y escalones. Las cosas que valen la pena siempre exigen esfuerzo y perseverancia ¿Quieres que te lleve?

            Si, respondió Luna. Pues esta tarde, después de la siesta y mientras abuela le da la merienda a Javi, iremos, dijo su abuelo.

            Y aquella tarde, a las siete que ya no hacía tanto calor, se pusieron en camino. El caminito que sube desde la playa está a la vista en una gran avenida donde tan sólo pueden pasar personas y bicicletas. También los perros, que corren y juegan en el césped y entre los árboles. Los pájaros trinan y mueven las hojas. Hay bancos para las personas, que leen libros, están con sus ordenadores o mirando como juegan sus perros. Parece que en la tierra por donde discurre el caminito que une el mar y la Montaña tan sólo hay felicidad. A lo lejos se ve una Montaña, la única que hay, llena de arbustos y flores. No se ve ninguna forma de llegar arriba. A medida que se acercaban menos parecía que se pudiese subir.

            Cuando llegaron a la base de la Montaña el caminito comenzó a rodearla quedando escondido entre las plantas, las flores y los arbustos. El abuelo le dijo a Luna que aquellas plantas eran especiales. Algunas servían para dar sabor a las comidas, como el orégano, el romero o el hinojo, otras como los dientes de león y lavanda nos daban la fragancia de sus olores, y otras la vistosidad de sus flores, como las grandes campanas de las adelfas, los hibiscos y margaritas. El caminito subía muy lentamente porque daba muchas vueltas a la Montaña y cada trecho de unos 12 metros había dos escalones. Al principio se subía sin esfuerzo, pero cada vez que aparecían los escalones costaba más subirlos. Las piernas de Luna empezaron a dolerles por encima de las rodillas. De vez en cuando aparecía de pronto un lagarto que corría de una planta a otra. Luna se sobresaltó porque los lagartos eran muy grandes. Su abuelo le dijo que estaban para asustar a los que se atrevían a subir, pero que ella no debía tenerles ningún miedo, ya que eran los lagartos quienes se asustaban de ellos.

            Por fin llegaron a la cima. Había una plaza redonda sin nada más. Luna miró a su abuelo y dijo ¡¡esta plaza es todo!! Ella no había aprendido aún a ver lo que no se ve. A su lado había un unicornio, el que trae la maravilla y lo imprevisto, un ave fénix, el que trae el final de las cosas y el comienzo de la nueva vida, y un ángel, el que con sus alas puede sobrevolar todos los obstáculos y dificultades. Los tres sonrieron al oír a Luna, que no los veía. Se acercaron a ella y abrazándola suavemente con un fuego que no quemaba el unicornio le dio su Poder maravilloso, el ave fénix su capacidad de renacer, y el ángel unas alas como las suyas para superar todos los obstáculos.

            Mientras descendían su abuelo le dijo que a partir de aquel momento tenía el Poder para crear un mundo mejor donde todas las personas puedan ser felices. Pero sola no podría, como él tampoco podía sólo. Que tenía que compartir ese Poder que no se ve con todos y todas sus amigas de la guardería y de la clase, poniéndole ella alas invisibles como las suyas y entre todos y todas podrían crear otro mundo sin guerras, sin hambre, y donde todas las personas pudieran ser felices.

            Desde entonces Luna, sin darse cuenta muchas veces, les pone alas a sus amigos y amigas mientras juega o hace las tareas, y no hay nada que no pueda hacer con esfuerzo y tenacidad.
Fernando Moreno Bernal                                                       Cádiz, a 5 de marzo de 2012