Hace
más de un año que nos hicimos a la mar.
Avistamos tierra hace meses. Arrecian tempestades que nos alejan y desvían, pero
seguimos viendo tierra.
No sabemos
a qué distancia estamos ni qué velocidad llevamos. En esta travesía, las
unidades de medida no son las mismas que en otros viajes. Pero es que en otros
viajes no se estaba cruzando la mar.
Sabemos
eso sí, que las dimensiones espacio - tiempo han cambiado. No podemos verlo,
como tampoco podíamos verlas antes y aún así por ellas nos guiábamos. Navegamos
ya en océanos de otras dimensiones.
Casi
hemos olvidado el puerto del que partimos; aquel en el que tanto y tan varados estuvimos.
Pero
a veces, nos traen recuerdos los barcos fantasma. Tratan de hacerse con nuestro
velero, aún sabiendo estos espectros que no nos dirigimos al mismo mundo,
puesto que su rumbo no es otro que mantenerse a flote. Pero los muertos no
flotan, solo hunden lo que tocan.
Hace
tiempo que no veo al compañero que va al timón, hecho que no ha mermado
confianza. Según un acuerdo tácito al embarcar, son varios los timones. En ocasiones,
sin avisar y súbitamente deja los mandos en mis manos. Y no pregunta, es
innecesario, ni dónde ni cómo remo.
En
sus ojos la misma venda de mis ojos, que son, extrañamente los mismos al
deslumbrarnos sin cegar, inesperados fogonazos de luz.
Arreciando
el oleaje, estamos escasos de tripulación, de víveres, de vientos a favor,
Muchas
bajas entre nuestra tripulación. Marineros que habían olvidado remar; marineros
que habían olvidado que eran marineros; cartógrafos enviados a galeras; piratas
que habían tomado el timón.
Ahora, con marineros de otros viajes, algunos nóveles, y todos con ideas claras, pero no ideas fijas, tenemos el privilegio de viajar.
Por suerte además, las ratas de estos mares son las últimas en abandonar los barcos que se hunden, colaborando con su tozuda realidad en hundirlos más y más, y más rápido, negando la infinitud de la posibilidad que brinda el mar abierto.
Ahora, con marineros de otros viajes, algunos nóveles, y todos con ideas claras, pero no ideas fijas, tenemos el privilegio de viajar.
Por suerte además, las ratas de estos mares son las últimas en abandonar los barcos que se hunden, colaborando con su tozuda realidad en hundirlos más y más, y más rápido, negando la infinitud de la posibilidad que brinda el mar abierto.
Pero
sabemos que otros barcos, por otros mares, navegan hacia el mismo mundo. Los hemos
visto los días en calma, hemos compartido mapas y rutas*.
También
sabemos que no volveremos atrás.
Aunque a veces variamos el rumbo, es porque estamos, aquí y ahora, construyendo la brújula.
Brújula que os enviaremos cuando decidáis emprender viaje.
Aunque a veces variamos el rumbo, es porque estamos, aquí y ahora, construyendo la brújula.
Brújula que os enviaremos cuando decidáis emprender viaje.
Y no
llevamos bandera.
Nosotros
no abandonamos puerto. Nosotros empezamos el viaje antes.
No
sabemos qué día es ni dónde estamos, ¿qué más da?
No
tenemos la menor duda, la tierra, la nueva tierra, es la buena.
Es la buena
porque es la que llevamos a bordo.
Teníamos
que hacernos a la mar.
Sinfonía nº 9, Dvoräk, desde el nuevo mundo
* Y ron